sábado, abril 30, 2011

Revolución y quema. Una espiral egipcia.

“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, está célebre máxima extraída de El Gatopardo de Lampedusa se podría aplicar perfectamente a los últimos acontecimientos acaecidos en Egipto, una revolución de la que todos los medios se han hecho eco resaltando su efectividad y pacifismo. Pero es este un mundo de espontaneidad donde las noticias en los medios de comunicación tienen muy poco recorrido, lo que impide que se profundice en los distintos acontecimientos. Aplicado al caso egipcio ha evitado que la opinión pública se cuestione el día después de la revolución, ¿qué sucederá ahora en el país de los faraones? Para empezar, el mismo ejército que decía estar al lado del pueblo y en contra de la plutocracia gubernamental ha seguido ejerciendo su particular forma de poder contra ese mismo pueblo al que decía defender, las torturas y palizas se suceden a plena luz del día en las calles del país. La policía y el ejército han procedido a borrar sus huellas de los archivos, la mayor parte de la documentación que podría perjudicarles está cayendo pasto de las llamas. Los principales artífices de la quema son los agentes de la policía secreta del anterior régimen, incendian e impiden que los bomberos se acerquen a los edificios gubernamentales que van cayendo bajo el poder del fuego; el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas ha pedido que los documentos que se afanan en rescatar los grupos de resistentes les sean entregados con la excusa de que ponen en peligro la seguridad del país y de determinadas personas, pero la realidad es que muchos de esos documentos salvados de la hoguera ya circulan por Internet, y no dejan en buen lugar al gobierno de Mubarak, demuestran que el rais manipulaba según le convenía a jueces, medios de comunicación y los procesos electorales, así mismo evidencian que se mantenía en mazmorras secretas a casi diez mil ciudadanos sin juicio ni acusación. ¿Qué pasará después?

Que no sea un mero contenedor, por favor

El Ministerio de Cultura ha adquirido recientemente por tres millones de euros el archivo de Carmen Balcells. La renombrada agente literaria ilerdense ha dedicado la mayor parte de su vida a la promoción y edición de libros en lengua castellana revolucionando la manera de entender las relaciones entre editores y literatos. Odiada por gran parte del mundo editorial y adorada por “sus” escritores, tanto que García Márquez se dirigía a ella como “Mamá Grande”, consiguió liberar a los creadores a los que representaba de los caprichos de las editoriales. Carmen era, en palabras del añorado Vázquez Montalbán, una “superagente literaria que pasará a la historia de la literatura universal por su empeño prometeico de robarles los autores a los editores para construirles la condición de escritores libres en el mercado libre.”

Entre los dos kilómetros y medio de la documentación vendida al Estado que recoge la historia de la agencia literaria comprendida desde el año 1945 hasta la actualidad se encuentran manuscritos de cinco premios Nobel: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela; la correspondencia que cruzaba la editora con sus autores y algunas de las adquisiciones de Balcells como el archivo del escritor y viajero estadounidense Paul Bowles. No es este el único archivo literario que se ha incorporado en estos días a la cosa pública, también formará parte del futuro archivo literario, que tendrá su sede en Alcalá de Henares, la documentación de uno de los “poetas oficiales” del franquismo, Luís Felipe Vivanco y, según se trasluce de las declaraciones de Rogelio Blanco, director general del Libro del Ministerio de Cultura, al diario El País no será el último, se están negociando futuras donaciones con las familias del poeta zamorano y activo militante republicano León Felipe y de uno de los máximos representantes del llamado realismo crítico Jesús López Pacheco. Tanto el archivo de Carmen Balcells como el de Luís Felipe Vivanco se encuentran en la actualidad en el Archivo General de la Administración, sito también en Alcalá de Henares, a la espera de que se construya un edificio que los acoja. Esperemos que estas adquisiciones no se traten de una moda afectada por la actual crisis económica y que el Estado siga comprando, conservando y, a ser posible, poniendo a disposición pública el legado de los profesionales de la literatura. Así mismo, sería deseable que en ese futurible archivo literario primaran los contenidos sobre el continente, es decir, que se destinen los fondos presupuestarios a la adquisición y conservación de los documentos y no se dilapiden con la construcción de un nuevo, caro y suntuoso contenedor diseñado por alguno de los arquitectos estrella en boga, una lacra a la que tan acostumbrados nos tienen las diferentes administraciones públicas.

viernes, abril 15, 2011

Arroba: de medida de peso a electrónica

El dos de diciembre de 2010 la arroba electrónica cumplió en España veinticinco años. El primer correo electrónico se envió desde la Cátedra de Comunicación de Datos de la Escuela de Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid, llegaba España, como suele ser habitual, un poco tarde a este nuevo método de comunicación. La historia del correo electrónico comienza en Massachussets, concretamente en su Instituto de Tecnología, corría el año 1961 cuando se consiguió que varios usuarios accedieran de manera remota a una computadora IBM 7094. Pero hubo que esperar cuatro años más para que el correo electrónico como tal hiciera su aparición, se realizó con una supercomputadora de tiempo compartido, desde ese momento hasta la actualidad su uso no ha dejado de crecer. La utilización de la arroba en el correo electrónico merece una mención aparte. La primera arroba de la que tenemos constancia aparece en la llamada “taula de Ariza” (1448), empleada para indicar una medida de trigo (la cuarta parte de un cahíz y el doble de una fanega, unos 12 kilogramos) enviada desde Castilla al Reino de Aragón. Pero cuando la arroba realiza su eclosión electrónica es en 1971, de la mano del programador estadounidense Ray Tomlinson, trabajador de la empresa BBN (Bolt, Beranek and Newman). Ray buscaba un símbolo que apareciera en todos los teclados pero que no se utilizara en nombres propios para así poder separar el nombre de la persona a la que iba destinado el correo del lugar donde se encontraba dicha persona. Eligió la arroba, símbolo que aparecía en la mayoría de teclados de las máquinas de escribir y de las primeras computadoras y que no tenía uso alguno. El primer correo electrónico que la incluía lo envío desde su computadora PDP-10 a otra idéntica, siendo la primera dirección en utilizarla: tomlinson@bbn-tenexa.

sábado, febrero 19, 2011

El archivo del teatro de Broadway

En la planta tercera de la Biblioteca Pública de Nueva York se encuentra el Theatre on Film and Tape Archive (TOFT), se trata de un archivo en el que se recogen, desde el año 1970, las filmaciones en vivo de la mayoría de obras representadas en Broadway y otras zonas de Nueva York, así como algunos diálogos de la gente del teatro. El acceso a la sala es libre para actores, académicos, estudiantes y periodistas, por lo que si pertenece a alguno de esos grupos es posible que se pueda encontrar visionando la grabación de Mary Poppins sentado junto a Robert De Niro o Scarlett Johansson ya que está prohibido sacar las películas del centro y la demanda es alta. Son muchos los actores a los que les gusta verse en sus propias actuaciones o los que revisan los papeles de otros compañeros de gremio.
Las grabaciones se realizan con tres operadores de cámara y una furgoneta aparcada a la puerta del teatro desde la que Patrick Hoffman y su equipo hacen todo el trabajo de realización. Para ello cuentan con el permiso expreso del sindicato de actores y de los productores de la obra que se esté filmando. Según Hoffman, director del TOFT, no se trata de crear trabajos artísticos, se trata de intentar crear un documento archivístico que pueda servir para que las futuras generaciones estudien las obras o se inspiren en las actuaciones, música o los decorados de las piezas que graban. El coste de cada grabación ronda los quince mil dólares y está financiado en su gran parte por la propia biblioteca. Producen unas sesenta películas al año, aunque algunas semanas pueden llegar a grabar hasta cinco representaciones. La biblioteca también posee un catálogo en línea en el que se puede consultar toda la colección que posee el centro.

lunes, diciembre 20, 2010

La importancia del nombre

Seguramente, en lo primero en que se fijará la gran mayoría de lectores en cuyas manos caiga este artículo será en su título y en la firma. Si en lugar de mi nombre apareciera el del último Nobel de literatura estas letras serían leídas por un público mucho más amplio, su repercusión alcanzaría cotas internacionales, daría lo mismo que versara sobre tauromaquia o que alabase en él a la última princesa del pueblo. Alcanzada la fama lo que cuenta es la firma. No es lo mismo que yo, un desconocido, intente endilgar un lienzo en blanco con mi nombre enmarcado a cualquier museo o galería de arte a que ofrezca a Christie's el mismo lienzo desnudo con la firma de X. un genial famoso que llegó a concebir la obra de arte perfecta que ahora pongo en sus manos. En los últimos meses hemos asistido a varios casos similares de gran resonancia mediática: el supuesto Velázquez aparecido en los sótanos de la universidad de Yale, el atribuido por el Vaticano a Caravaggio hallado en una pequeña iglesia romana, las cajas repletas de negativos adjudicados al célebre fotógrafo norteamericano Ansel Adams. Por no hablar de la música donde las cajas de zapatos con maquetas inéditas hacen el agosto de las maltrechas discográficas.

El caso de los negativos. El principio es el habitual: un pintor aficionado al arte y a rebuscar en mercadillos de segunda mano compra por cuarenta y cinco dólares un par de cajas de zapatos llenas de negativos en placas de cristal. Vienen envueltos en papel de periódico de los años cuarenta y tratan sobre los mismos temas que cultivó Adams: sobre todo paisajes del parque nacional Yosemite. El afortunado pintor pronto vio que tenía en sus manos un valioso filón. Una empresa tasadora de Bervely Hills es la encargada de certificar la obra, y de valorarla, claro, nada menos que doscientos millones de dólares. El final no podría ser menos habitual: negocio, Norsigian, así se llama nuestro buscatesoros, a optado por no vender los negativos, escudándose en el valor que tiene el ofrecer dichas fotografías a todos los aficionados para que así "una nueva generación pueda conocer la obra de Ansel Adams y enamorarse de ella", para conseguir tan elevado objetivo vende, a través de su página web, impresiones digitales de las instantáneas a precios que oscilan entre los mil setecientos y los siete mil dólares. Se han escuchado voces que defienden que el ojo que concibió las fotografías fue el de Adams, otras aseguran conocer al autor de las instantáneas, y no dicen que fuera Adams precisamente. Tanto si son suyas como si no, la cuestión subyacente es el valor de dichas fotografías, no su valor económico, esos doscientos millones de dólares que inclinan la balanza a favor de Ansel Adams, no, la discusión debería centrarse en si esos negativos por sí mismos tienen alguna validez artística, histórica o etnográfica, pero ese nunca será el debate, no al menos en estos momentos en que el valor del arte se asigna exclusivamente por una firma grabada en letras de oro.

miércoles, septiembre 15, 2010

Z. en mi salón

Cuando llegué a casa el Sr. Z ya estaba en mi sillón. Charlamos sobre mis gustos y aficiones. Estábamos viendo mis álbumes de fotos cuando sacó su cámara y empezó a fotografiarlo todo, mi casa, los retratos de mis amigos, mis hijos, todo. Hasta hizo copia de mis videos caseros. Ahora podrás hablar gratis con tus seiscientos amigos, me dijo, y se fue. Al día siguiente puse la tele, todos los anuncios eran de productos que me gustaban. Yo, que nunca recibía correo, tenía el buzón a rebosar de panfletos y catálogos publicitarios, todos de mi interés. Salí, en un bar me encontré con desconocidos que se reían contando anécdotas que me habían pasado hacía años. Mi jefe llamó al móvil, estás despedido, fueron sus únicas palabras. ¿Cómo se enteraría de lo mío con su mujer? Sospeché del Sr. Z, intenté ponerme en contacto con él, pero no tenía su teléfono, ni siquiera su e-mail. Imposible darle la vuelta a la situación, pensé, y lo dejé estar. Puse la radio, un locutor decía que los beneficios de la empresa del Sr. Z serían este año de unos setecientos millones de dólares, ¿cómo lo hará?, pensé, si lo da todo gratis.

martes, junio 15, 2010

Hank Kaplan, the sweet scientist

Un campamento infantil de verano en Nueva York y una nariz ensangrentada tras una pelea fueron los detonantes que necesitó Hank Kaplan para descubrir la pasión que le acompañaría toda su vida: el boxeo, o la “sweet science” que diría un entendido norteamericano como él. Tras este primer, y cruel, encontronazo con la lucha se desquitaría en su primer y único combate como profesional en el que se proclamaría vencedor con veinte años de edad. Luego llegaría el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial en la que participó como guarda costas, siguiendo los pasos de su ídolo, Jack Dempsey. A su regreso se trasladó a Miami Beach. Pasaba la mayor parte de su tiempo en el gimnasio de la calle Quinta, allí conocería a un principiante Cassius Clay y a la plana de leyendas del boxeo de los años cincuenta. Después se haría entrenador, manager, promotor de combates, publicista (de los hermanos Dundee y el propio Clay), editor y fundador en los años 70 de la revista especializada World Wide Boxing Digest, colaborador en programas de televisión de la HBO, ESPN y Showtime, pero sobre todo, sería amigo de los más grandes boxeadores: Dempsey, Joe Louis, Rocky Marciano, Henry Armstrong, Jake LaMotta, íntimo de Clay; y de otros menos grandes como Joe Grim que mantiene el record de peor trayectoria profesional de la historia. Todos le interesaban, y de todos guardaba información y recuerdos.

La leyenda del “Señor del Ring”, o de la “Enciclopedia Humana”, como también se le conocía, se podría resumir con las palabras del propio Hank Kaplan: “Si se me preguntara porqué conservo estos archivos creo que diría: Alguien tiene que cargar con su recuerdo.” Y cargó, durante ochenta y ocho años, con más de 2.600 libros, 500.000 fotografías y negativos, 1.200 carteles, recortes, cartas, documentos... hasta cajas de cereales o palomitas con la efigie del púgil de turno. Todo lo guardaba Kaplan en su casa a las afueras de Miami Beach. Hasta que dos semanas antes de su muerte, su hija se pusiera en contacto con Anthony Cucchiara, profesor en la Universidad de Brooklyn, archivista y aficionado al boxeo, para que se hiciera cargo de su legado. Volviendo así la colección a la ciudad que le vio nacer. La donación de cincuenta mil dolares que le concedió Barry Feirstein, presidente de la Fundación de la Universidad de Brooklyn, permitió a Cucchiara y su equipo inventariar las más de dos mil cajas de material recopilado por Kaplan. Pero el espoletazo que necesitaba el archivo vendría de la mano de la Fundación Nacional para las Humanidades (NEH); el 16 de abril del presente año, Cucchiara se proclamaría ganador de los 315.000 dolares de dotación que concede la Fundación. Este dinero permitirá organizar, catalogar y digitalizar la más extensa colección sobre boxeo que existe pudiéndose así cumplir con el expreso deseo de Hank, que todo su archivo estuviera a disposición del público. El Archivo de Boxeo de Hank Kaplan no sólo interesará a los aficionados a la lucha, “la historia de Estados Unidos está en este archivo. El boxeo es más que un deporte. Es la lente a través de la cual se puede observar la historia cultural de Norteamérica” puntualiza el profesor Cucchiara.


miércoles, junio 09, 2010

Bond

Millones y millones en efectos y atrezzo para terminar siempre, todo, con baratos puñetazos.

Una muerte plena

Siempre esperó más de la vida. Todas sus lecturas, que fueron muchas, corroboraban lo que intuía: la existencia no se podía limitar a la monótona vacuidad que él sentía. Buscó la manera de rellenar ese vacío existencial has el final de sus días, cada día, todos los días, buscando, lamentando.

Su entierro fue cosa nunca vista, años tardó en ser olvidado. Supuso contínuos comentarios por parte de sus vecinos. No había conversación o encuentro en el que no saliera el entierro. Llenó las intrascendentes vidas de todos a los que nunca conoció. Anhelaban una muerte como la suya, y si la muerte fue así, tan grandiosa -pensaban con envídia- ¿Cuan más grandiosa no habría sido su vida?