Habían pasado ya a los postres. Los círculos de conversación se iban cerrando.
–Firmamos ayer, es un gran proyecto. Ganaremos varios millones con él.
–Y prestigio, sobre todo prestigio.
–Dinero, amigo, sólo eso importa. ¿Qué importa la fama? Con dinero no necesitas de nadie.
–¿Y usted, a que se dedica? – Se dirigía al hombre sentado a su derecha. Este, observaba atentamente a los congregados, aún no había pronunciado palabra alguna.
–¿Yo? –respondió–Yo soy Dios.
Todos volvieron su miradas hacia El. Pocos habían reparado antes en su presencia.
–¿Cómo? – corearon varias voces al unísono.
La audiencia le miraba de forma divertida, curiosa.
–Sí– continúo–Creo mundos, a sus habitantes, les infundo vida, determino sus designios, alimento sus ambiciones, las destruyo. Si señores, soy Dios, yo escribo.
(Imaginad ahora qué soy yo que he escrito al escritor)
1 comentario:
Gracias, lo recuperé ayer de entre viejos cuadernos; creo que lo escribí hace diez años... pasa la vida, pasa la vida...
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