Por estar en la montaña sólo se podía acceder al pueblo caminando o a lomos de alguna caballería. Tal aislamiento había parido multitud de disminuidos, pero la bondad y compromiso de los vecinos habían logrado que salieran adelante.
El zapatero, antes de morir, enseñó a los primeros cómo fabricar calzado, estos enseñaron a los que iban llegando. Los disminuidos proporcionaban calzado a todos los habitantes de la población. Cierto que no era un buen calzado, pero pasaban por alto este detalle, eran una comunidad y todos debían ayudarse. Se acostumbraron pronto a sustituir mas a menudo sus zapatos.
El viajero alcanzó el pueblo para aprovisionarse y continuar camino. Llegó a la zapatería y pidió un par de botas. Al ver su baja calidad y alto precio se sintió ultrajado. Trataron de calmarlo y explicarle la humanitaria razón del asunto, pero a él le era indiferente quién las hubiera fabricado, eran malas botas y tenía que continuar camino.
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