“Seguimos día a día, con el aliento contenido, el combate que se desarrolla al otro lado de los Pirineos. Tratamos de ayudar a los nuestros. Pero esto no nos absuelve de tener que sacar conclusiones de una experiencia que ha costado la vida a tantos obreros y campesinos.
Ya se ha hecho una experiencia de este tipo en Europa: la rusa. También ella ha costado muchas vidas. Lenin había reivindicado ante todo el mundo un Estado en el que no habría ejercito, policía, ni burocracia separadas de la población. Cuando él y los suyos llegaron al poder construyeron, en el transcurso de una larga y dolorosa guerra civil, la burocracia militar y policial más opresiva que haya sufrido hasta la fecha un pueblo desgraciado.
Lenin era el jefe de un partido político, es decir de un aparato destinado a la conquista y el ejercicio del poder. Muchos dudaron entonces de su sinceridad y de la de sus compañeros (...) En cambio, es imposible dudar de la sinceridad de nuestros compañeros anarquistas de Cataluña. Y sin embargo, ¿qué ocurre ante nuestros ojos en España? Vemos que se desarrollan formas de coerción y ocurren casos de inhumanidad directamente opuestos al ideal humano y libertario de los anarquistas. Las necesidades y el ambiente de la Guerra Civil se sobreponen a las aspiraciones para cuya realización se ha iniciado la Guerra Civil.
Odiamos en nuestra sociedad la coacción militar, la policía, la coerción en el trabajo y las mentiras que difunden la prensa y la radio. Odiamos las diferencias de clase, la arbitrariedad y la crueldad.
Sin embargo, en España reina la coacción militar. Se ha decretado la movilización y el servicio militar, a pesar de que no se ha interrumpido la afluencia de voluntarios. El Consejo de Defensa de la Generalitat, en el cual nuestros compañeros de la FAI ejercen funciones directas, ha dispuesto que se aplique el antiguo código militar a las milicias.
También en las fábricas reina un régimen de coerción. El gobierno catalán, en el cual nuestros compañeros controlan los ministerios económicamente decisivos, acaba de dispones que los obreros efectúen tantas horas extras como el gobierno estime necesario. Otro decreto prevé que los obreros que no cumplan con las normas serán considerados como facciosos y tratados como tales. Esto significa lisa y llanamente la aplicación de la pena de muerte en la producción industrial.
La policía tradicional, tal como existía antes del 19 de julio, ha perdido casi todo su poder. En cambio, en los tres primeros meses de la Guerra Civil, los comités de investigación, los responsables políticos y también, con demasiada frecuencia, individuos irresponsables, han efectuado fusilamientos sin la más mínima apariencia de juicio legal ni posibilidad de control sindical de otro tipo. Desde hace pocos días se han instituido tribunales populares destinados a juzgar a los facciosos, reales o supuestos. Todavía es muy temprano para saber el efecto que tendrán estas reformas.
También la mentira organizada ha resucitado después del 19 de julio...”
Ya se ha hecho una experiencia de este tipo en Europa: la rusa. También ella ha costado muchas vidas. Lenin había reivindicado ante todo el mundo un Estado en el que no habría ejercito, policía, ni burocracia separadas de la población. Cuando él y los suyos llegaron al poder construyeron, en el transcurso de una larga y dolorosa guerra civil, la burocracia militar y policial más opresiva que haya sufrido hasta la fecha un pueblo desgraciado.
Lenin era el jefe de un partido político, es decir de un aparato destinado a la conquista y el ejercicio del poder. Muchos dudaron entonces de su sinceridad y de la de sus compañeros (...) En cambio, es imposible dudar de la sinceridad de nuestros compañeros anarquistas de Cataluña. Y sin embargo, ¿qué ocurre ante nuestros ojos en España? Vemos que se desarrollan formas de coerción y ocurren casos de inhumanidad directamente opuestos al ideal humano y libertario de los anarquistas. Las necesidades y el ambiente de la Guerra Civil se sobreponen a las aspiraciones para cuya realización se ha iniciado la Guerra Civil.
Odiamos en nuestra sociedad la coacción militar, la policía, la coerción en el trabajo y las mentiras que difunden la prensa y la radio. Odiamos las diferencias de clase, la arbitrariedad y la crueldad.
Sin embargo, en España reina la coacción militar. Se ha decretado la movilización y el servicio militar, a pesar de que no se ha interrumpido la afluencia de voluntarios. El Consejo de Defensa de la Generalitat, en el cual nuestros compañeros de la FAI ejercen funciones directas, ha dispuesto que se aplique el antiguo código militar a las milicias.
También en las fábricas reina un régimen de coerción. El gobierno catalán, en el cual nuestros compañeros controlan los ministerios económicamente decisivos, acaba de dispones que los obreros efectúen tantas horas extras como el gobierno estime necesario. Otro decreto prevé que los obreros que no cumplan con las normas serán considerados como facciosos y tratados como tales. Esto significa lisa y llanamente la aplicación de la pena de muerte en la producción industrial.
La policía tradicional, tal como existía antes del 19 de julio, ha perdido casi todo su poder. En cambio, en los tres primeros meses de la Guerra Civil, los comités de investigación, los responsables políticos y también, con demasiada frecuencia, individuos irresponsables, han efectuado fusilamientos sin la más mínima apariencia de juicio legal ni posibilidad de control sindical de otro tipo. Desde hace pocos días se han instituido tribunales populares destinados a juzgar a los facciosos, reales o supuestos. Todavía es muy temprano para saber el efecto que tendrán estas reformas.
También la mentira organizada ha resucitado después del 19 de julio...”
Simone Weil. Voluntaria combatiente en la Columna Durruti.
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