Esos que se hacen llamar liberales pretenden aniquilar toda expresión de libertad que no sea la suya. Nada que esté fuera del Canon Económico es posible. Existe una única manera de pensar, y esa es la correcta.
El arte agoniza. Se vende a la publicidad, se prostituye en grandes superficies de mercadeo. Se fija el precio antes que el óleo a la tela; aún antes de su representación mental.
La música y la literatura son, y tienen sentido, en cuanto a su posibilidad de venta. Ahora Dios camina con su máquina etiquetadota poniendo precios por doquier.
Las tiendas pasan de vender mercancías a vender sensaciones. Se supone una sensación adscrita a un producto, a una marca, se patenta, y cada vez que sea sentida habremos de desembolsar su precio.
Las ciudades, su espacio público, se ha visto constantemente acosado por diversos artilugios cuya exclusiva utilidad es la exposición de sensaciones a consumir en forma de anuncio publicitario.
Los ciudadanos nos vemos continuamente acosados por dichos cachivaches anunciantes, luminosos, vociferantes, y todo esto en un espacio que antes nos pertenecía y que ha sido vendido por esos que dicen salvaguardarlo.
El espacio público se reduce, las actividades culturales o deportivas no tienen sentido, es más: no serían, sin el respaldo de patrocinadores; su finalidad ha quedado, también, reducida a la del mero anuncio.
Productividad, crecimiento, competitividad; los Tres Pilares de nuestra sociedad que soportan la codiciada Plusvalía. Pero, ¿producir qué y para quién? ¿Crecer hacia donde y hasta cuando? ¿Competir contra quién y para qué?
Aumenta la productividad, disminuyen los productores, se crea excedente que genera riqueza que no es repartida.
Mejoramos la productividad, somos más competitivos, y trabajamos más horas. ¿Dónde termina este círculo endiablado?
La eficacia política, y social, de un país se mide por sus expectativas de crecimiento, pero, ¿no sería mas eficaz imponer un límite de crecimiento y alcanzado ayudar al resto a su misma obtención? Una vez alcanza esa meta por todos sólo habríamos de preocuparnos por mantenerla.
Todo lo producido ha sido transformado, nada ha sido creado, ¿qué haré el hombre cuando haya manufacturado la última micra del planeta? ¿Observará codicioso el cielo y la plaga humana se extenderá por el Universo contagiando y destruyendo todo lo que se ponga a tiro?
¿No cabe otra concepción de vida en nuestro, supuestamente, inteligente cerebro?
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