miércoles, agosto 08, 2007

Cuaderno de viaje. I

Las cuatro de la tarde, un secarral castellano, en medio, un pueblo. Lo he recorrido entero, tras mucho buscar encontré a una mujer, con ella el bar camuflado en el chaflán del único edificio nuevo entre una maraña de adobes y una gran iglesia con las correspondientes loas a José Antonio esculpidas en su fachada. Abrir la puerta del bar y sobrecogerse todo uno. No menos de cincuenta ancianos, todos hombres, inmersos en un atronador sonido de fichas de domininó, y una mujer, la única, sirviendo, tras la barra. Eso es todo en este pueblo, bueno, eso y cuatro entidades bancarias que escoltan a la iglesia.

El pueblo un cementerio de fuego abandonado, el bar un sepulcro de marfiles punteados.

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