Antes de nada, expresar mi respeto y un –hipotético– apoyo (el mejor apoyo que se os puede conceder es mediante la defensa de las instituciones democráticas, no de, según que, partidos). Una vez expuesta mi solidaridad, continúo: el ser víctimas os concede un dinero y un apoyo psicológico y moral que proviene de la mayoría de ciudadanos –sobre todo de los que pagamos impuestos–, pero lo que nos os concede es la posesión, en exclusiva, de la razón con respecto a los temas que afectan al terrorismo; no os hace especialistas en terrorismo, ni os hace poseedores de la Verdad. No, vuestras palabras son escuchadas y comprendidas –tamizadas– desde el dolor y la afección con las que las expresáis, de ahí a que vuestro discurso sea el único imperante, el que hay que tener en cuenta de modo exclusivo va un gran trecho.
El haber sufrido en vuestras carnes –o en las de vuestros familiares–, el efecto del terrorismo, puede haceros perder una visión más amplia del asunto (la cercanía provoca una ausencia de perspectiva). Si de la opinión de las víctimas –de la mayoría de víctimas– dependiera, hace años se habría reinstaurado la pena de muerte, se hubieran endurecido –aún más– las penas atentando contra el –pretendido– objetivo final del sistema penitenciario español: la reinserción de los presos –en igualdad, no tratándolos de modo diferente, como a presos políticos, un gran error que les da alas (motivos)–
Las ideas no se pueden encarcelar, no se acaba con ellas acabando con los que las expresan, con los que las sienten –vendrán otros–, ese no es el camino. Ese camino se ha cobrado ya demasiados muertos.
El haber sufrido en vuestras carnes –o en las de vuestros familiares–, el efecto del terrorismo, puede haceros perder una visión más amplia del asunto (la cercanía provoca una ausencia de perspectiva). Si de la opinión de las víctimas –de la mayoría de víctimas– dependiera, hace años se habría reinstaurado la pena de muerte, se hubieran endurecido –aún más– las penas atentando contra el –pretendido– objetivo final del sistema penitenciario español: la reinserción de los presos –en igualdad, no tratándolos de modo diferente, como a presos políticos, un gran error que les da alas (motivos)–
Las ideas no se pueden encarcelar, no se acaba con ellas acabando con los que las expresan, con los que las sienten –vendrán otros–, ese no es el camino. Ese camino se ha cobrado ya demasiados muertos.
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