Cambalache Pánico
sábado, abril 30, 2011
Revolución y quema. Una espiral egipcia.
Que no sea un mero contenedor, por favor
Entre los dos kilómetros y medio de la documentación vendida al Estado que recoge la historia de la agencia literaria comprendida desde el año 1945 hasta la actualidad se encuentran manuscritos de cinco premios Nobel: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela; la correspondencia que cruzaba la editora con sus autores y algunas de las adquisiciones de Balcells como el archivo del escritor y viajero estadounidense Paul Bowles. No es este el único archivo literario que se ha incorporado en estos días a la cosa pública, también formará parte del futuro archivo literario, que tendrá su sede en Alcalá de Henares, la documentación de uno de los “poetas oficiales” del franquismo, Luís Felipe Vivanco y, según se trasluce de las declaraciones de Rogelio Blanco, director general del Libro del Ministerio de Cultura, al diario El País no será el último, se están negociando futuras donaciones con las familias del poeta zamorano y activo militante republicano León Felipe y de uno de los máximos representantes del llamado realismo crítico Jesús López Pacheco. Tanto el archivo de Carmen Balcells como el de Luís Felipe Vivanco se encuentran en la actualidad en el Archivo General de la Administración, sito también en Alcalá de Henares, a la espera de que se construya un edificio que los acoja. Esperemos que estas adquisiciones no se traten de una moda afectada por la actual crisis económica y que el Estado siga comprando, conservando y, a ser posible, poniendo a disposición pública el legado de los profesionales de la literatura. Así mismo, sería deseable que en ese futurible archivo literario primaran los contenidos sobre el continente, es decir, que se destinen los fondos presupuestarios a la adquisición y conservación de los documentos y no se dilapiden con la construcción de un nuevo, caro y suntuoso contenedor diseñado por alguno de los arquitectos estrella en boga, una lacra a la que tan acostumbrados nos tienen las diferentes administraciones públicas.
viernes, abril 15, 2011
Arroba: de medida de peso a electrónica
sábado, febrero 19, 2011
El archivo del teatro de Broadway
Las grabaciones se realizan con tres operadores de cámara y una furgoneta aparcada a la puerta del teatro desde la que Patrick Hoffman y su equipo hacen todo el trabajo de realización. Para ello cuentan con el permiso expreso del sindicato de actores y de los productores de la obra que se esté filmando. Según Hoffman, director del TOFT, no se trata de crear trabajos artísticos, se trata de intentar crear un documento archivístico que pueda servir para que las futuras generaciones estudien las obras o se inspiren en las actuaciones, música o los decorados de las piezas que graban. El coste de cada grabación ronda los quince mil dólares y está financiado en su gran parte por la propia biblioteca. Producen unas sesenta películas al año, aunque algunas semanas pueden llegar a grabar hasta cinco representaciones. La biblioteca también posee un catálogo en línea en el que se puede consultar toda la colección que posee el centro.
lunes, diciembre 20, 2010
La importancia del nombre
El caso de los negativos. El principio es el habitual: un pintor aficionado al arte y a rebuscar en mercadillos de segunda mano compra por cuarenta y cinco dólares un par de cajas de zapatos llenas de negativos en placas de cristal. Vienen envueltos en papel de periódico de los años cuarenta y tratan sobre los mismos temas que cultivó Adams: sobre todo paisajes del parque nacional Yosemite. El afortunado pintor pronto vio que tenía en sus manos un valioso filón. Una empresa tasadora de Bervely Hills es la encargada de certificar la obra, y de valorarla, claro, nada menos que doscientos millones de dólares. El final no podría ser menos habitual: negocio, Norsigian, así se llama nuestro buscatesoros, a optado por no vender los negativos, escudándose en el valor que tiene el ofrecer dichas fotografías a todos los aficionados para que así "una nueva generación pueda conocer la obra de Ansel Adams y enamorarse de ella", para conseguir tan elevado objetivo vende, a través de su página web, impresiones digitales de las instantáneas a precios que oscilan entre los mil setecientos y los siete mil dólares. Se han escuchado voces que defienden que el ojo que concibió las fotografías fue el de Adams, otras aseguran conocer al autor de las instantáneas, y no dicen que fuera Adams precisamente. Tanto si son suyas como si no, la cuestión subyacente es el valor de dichas fotografías, no su valor económico, esos doscientos millones de dólares que inclinan la balanza a favor de Ansel Adams, no, la discusión debería centrarse en si esos negativos por sí mismos tienen alguna validez artística, histórica o etnográfica, pero ese nunca será el debate, no al menos en estos momentos en que el valor del arte se asigna exclusivamente por una firma grabada en letras de oro.
miércoles, septiembre 15, 2010
Z. en mi salón
Cuando llegué a casa el Sr. Z ya estaba en mi sillón. Charlamos sobre mis gustos y aficiones. Estábamos viendo mis álbumes de fotos cuando sacó su cámara y empezó a fotografiarlo todo, mi casa, los retratos de mis amigos, mis hijos, todo. Hasta hizo copia de mis videos caseros. Ahora podrás hablar gratis con tus seiscientos amigos, me dijo, y se fue. Al día siguiente puse la tele, todos los anuncios eran de productos que me gustaban. Yo, que nunca recibía correo, tenía el buzón a rebosar de panfletos y catálogos publicitarios, todos de mi interés. Salí, en un bar me encontré con desconocidos que se reían contando anécdotas que me habían pasado hacía años. Mi jefe llamó al móvil, estás despedido, fueron sus únicas palabras. ¿Cómo se enteraría de lo mío con su mujer? Sospeché del Sr. Z, intenté ponerme en contacto con él, pero no tenía su teléfono, ni siquiera su e-mail. Imposible darle la vuelta a la situación, pensé, y lo dejé estar. Puse la radio, un locutor decía que los beneficios de la empresa del Sr. Z serían este año de unos setecientos millones de dólares, ¿cómo lo hará?, pensé, si lo da todo gratis.
martes, junio 15, 2010
Hank Kaplan, the sweet scientist
La leyenda del “Señor del Ring”, o de la “Enciclopedia Humana”, como también se le conocía, se podría resumir con las palabras del propio Hank Kaplan: “Si se me preguntara porqué conservo estos archivos creo que diría: Alguien tiene que cargar con su recuerdo.” Y cargó, durante ochenta y ocho años, con más de 2.600 libros, 500.000 fotografías y negativos, 1.200 carteles, recortes, cartas, documentos... hasta cajas de cereales o palomitas con la efigie del púgil de turno. Todo lo guardaba Kaplan en su casa a las afueras de Miami Beach. Hasta que dos semanas antes de su muerte, su hija se pusiera en contacto con Anthony Cucchiara, profesor en la Universidad de Brooklyn, archivista y aficionado al boxeo, para que se hiciera cargo de su legado. Volviendo así la colección a la ciudad que le vio nacer. La donación de cincuenta mil dolares que le concedió Barry Feirstein, presidente de la Fundación de la Universidad de Brooklyn, permitió a Cucchiara y su equipo inventariar las más de dos mil cajas de material recopilado por Kaplan. Pero el espoletazo que necesitaba el archivo vendría de la mano de la Fundación Nacional para las Humanidades (NEH); el 16 de abril del presente año, Cucchiara se proclamaría ganador de los 315.000 dolares de dotación que concede la Fundación. Este dinero permitirá organizar, catalogar y digitalizar la más extensa colección sobre boxeo que existe pudiéndose así cumplir con el expreso deseo de Hank, que todo su archivo estuviera a disposición del público. El Archivo de Boxeo de Hank Kaplan no sólo interesará a los aficionados a la lucha, “la historia de Estados Unidos está en este archivo. El boxeo es más que un deporte. Es la lente a través de la cual se puede observar la historia cultural de Norteamérica” puntualiza el profesor Cucchiara.
miércoles, junio 09, 2010
Una muerte plena
Su entierro fue cosa nunca vista, años tardó en ser olvidado. Supuso contínuos comentarios por parte de sus vecinos. No había conversación o encuentro en el que no saliera el entierro. Llenó las intrascendentes vidas de todos a los que nunca conoció. Anhelaban una muerte como la suya, y si la muerte fue así, tan grandiosa -pensaban con envídia- ¿Cuan más grandiosa no habría sido su vida?