domingo, abril 15, 2007

Navegante

Me esfuerzo, en conducir la embarcación por la parte del río que quiero. En atracar donde se me antoje. Navegar en soledad sin acercarme a las orillas habitadas.

Pero la barca va por donde le es mas sencillo, se deja querer por la corriente, hasta puertos en los que gentiles lugareños, al saberla vieja y desgastada, se empeñan en calafatearla de nuevo y devolvernos al agua con unos víveres que también nos regalan. Humillado acepto sus limosnas y ya en el río como.

Me fortalezco para empuñar con mayor vigor el timón, para redoblar mi lucha contra la corriente. Es inútil, los remos no ceden ante el cerebro, el timón no me obedece. Me consumo en perpetuo combate contra unas aguas que se perdido.

Desemboco en un gran océano donde ya nada tiene sentido. No consigo atisbar ni un retazo de tierra al que no conducirme, ni nubes que odiar en un cielo límpido. Reposo al fin y cedo el control a una barca que siempre lo ha tenido.

Pero la barca no ama corrientes que la confunden, la sal lame destructiva sus costados. Los puertos y los marinos han desaparecido.

Ambos nos abandonamos ante un mar inasible. Sucumbimos.

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