lunes, febrero 06, 2006

Poses ante la vida I

Observo a los niños, inocentes accidentales, sin fe ni creencias, apátridas inconscientes, en sus paseos, ven cruces, iglesias; en casa la televisión, otros niños, muertos. Escuchan diferentes realidades, y la verdad única e imponente de sus padres. Se mueven y comunican con el fin exclusivo de saciar sus instintos paleohumanos: afecto –protección– y alimento.

Mañana, algunos se abstraerán, buscando retomar la inocencia, ya no accidental, ahora pretendida, consciente y aplicada. Otros mantendrán la cosmovisión impuesta, acrítica, que les facilitará una existencia práctica, sin preguntas, de verdades pasivas. Estos, los últimos, los prácticos, serán –son– los que antes marcan el camino, los primeros en lanzarse a la vida, por ello, también, son los primeros en alcanzar el poder y dirigirlo con los simples rudimentos adquiridos de forma inducida o empírica, no abstracta, progresiva, ni autocrítica, de ahí el peligro, de ahí el desastre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No existen los inocentes, sólo los necios y los hipócritas reivindican su irresponsabilidad porque la suya es una culpa sin dolo.
Un hombre ha de tener el coraje de asumir su cuota de iniquidad, y sólo esa lucidez lo dignifica.
Lo decía Colette: "El malvado auténtico, el verdadero, el puro, el artista, es difícil de encontrar, aunque sólo sea una vez en la vida. El malvado ordinario es mestizo de buena persona."

Angel Martín Fernández dijo...

De acuerdo contigo; mi reflexión hilaba con la lectura del pensamiento de Tolstói (diarios) y con el concepto de inocencia que definía Blake, el inocente experimentado, autorresponsable y culpable.