lunes, diciembre 28, 2009

El tabaco en el nazismo

Se puede atribuir a la medicina del Tercer Reich el mérito de haber sido la primera en demostrar de manera fehaciente la existencia de una vinculación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón gracias a los estudios de Franz H. Müeller (1939) y de Erich Schöniger y Eberhard Schairer (1943). Los resultados obtenidos por estos investigadores encajaban óptimamente en la concepción nazi de salud pública, centrada en las virtudes del deporte y la medicina natural y el rechazo de estupefacientes o estimulantes como el alcohol. Los peligros del tabaco también armonizaban con la idea romántica de que los seres humanos habían sido contaminados por la moderna civilización industrial, que los habría alejado de la naturaleza y, por tanto, de su propia salud. La creencia errónea desarrollada por científicos alemanes durante los años treinta, según la cual determinadas mutaciones cancerígenas eran hereditarias, favoreció que los peligros recién descubiertos del tabaquismo adquirieran dimensiones ideológicamente dramáticas en cuanto amenaza a la mismísima sustancia racial aria de los alemanes, muy en la línea del ansia de pureza de la cosmovisión nazi, siempre obsesionada por limpiar al pueblo de los elementos perniciosos que pudieran corromperlo. Después de todo, también los judíos eran vistos significativamente en la retórica nazi como un cáncer que dañaba traicioneramente a la comunidad y que había que extirpar a toda costa.


La consecuencia de todo ello fue que los nazis llevaron a cabo la campaña antitabaco más agresiva de la historia moderna. Los carteles de "Prohibido fumar", que por entonces aún no formaban parte del paisaje cotidiano, proliferaron de inmediato en todos los edificios públicos, especialmente en las salas de espera, dado que se había intuido ya el riesgo del tabaquismo pasivo. La propaganda no dejaba de recordar que ni Mussolini ni Franco era fumadores, mientras que Churchill y Stalin lo eran de forma notoria. A las muchachas de la sección femenina (BDM) de las Juventudes Hitlerianas les estaba terminantemente prohibido fumar mientras llevaran puesto el uniforme. La preocupación por los peligros del tabaco en los jóvenes llegó a extremos grotescos. Así, en 1945 a Himmler le preocupaba desmedidamente la salud de los adolescentes y niños a los que el Reich estaba a punto de arrojar sin escrúpulos a la guerra como carne de cañón, y llegó a sugerir "que se lleve a cabo una vigilancia inteligente para que los reclutas se mantengan no fumadores y no aprendan a fumar como consecuencia de la distribución de cigarrillos." El propio Hitler, vegetariano y abstemio, sentía una terrible aversión por el tabaco y no permitía absolutamente a nadie fumar en su presencia, ni siquiera a Martin Bormann o a Eva Braun. (...) Que Hitler tuviera el tabaco por "uno de los más peligrosos venenos del hombre", mucho peor que el alcohol, era acorde con su miedo irracional a contraer cáncer, miedo que lo llevó a fomentar la investigación oncológica por todos los medios, incluida la donación de fondos de su presupuesto personal. El argumento de estar investigando sobre el cáncer permitió eludir la llamada a filas de muchos biólogos y médicos, e incluso supuso una especie de salvoconducto para algunos investigadores semijudíos como Otto Warburg.

SALA ROSE, Rosa. Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo. El acantilado, 2003

No hay comentarios: