martes, abril 08, 2008

Leche de foca

Mientras como, solo, me llama la atención la fotografía de la prensa: un hombre con rifle al hombro tintando nieve a su paso, roja; me fijo más: arrastra una pequeña foca. Y, como cada año, me escandalizo y escupo en silencio toda la barbarie que se me representa. Llega el segundo plato: cordero lechal, especialidad de la casa.

De camino a casa me dejo perder por las calles del centro, castellanas, atestadas de bares y restaurantes típicos. Desde los escaparates me siguen multitud de ojos: ojos, ojos de leche, ojos muertos, de leche muerta: cochinillos con su sombrero de cocina, cochinillos con camisa y pantalón, nonatos de suaves pieles: para crujir, para coser, para escribir.

Esa noche sueño cerdos níveos; toneladas de leche bulliciosa y roja salpicando pulcros azulejos. Rifles a modo de espetón; secante para facturas; y bocas codiciadas por la gula. Focas de etiqueta preparadas para la gran comilona haciendo cola desde el crucero.

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