lunes, julio 09, 2007

La libertad veloz

En un reciente programa de televisión pseudocientífico, ante la experiencia de arrojarse desde en avión en vuelo, el presentador, ya en tierra, definía la experiencia como una sensación de total libertad. Llegamos aquí a un equívoco que se mantiene desde que, primero los futuristas italianos, después los nazis, cambiaron (o asociaron) libertad por velocidad.

En el caso de nuestro paracaidista neófito las opciones de elección que poseía, entendiendo la libertad como la posibilidad de elección personal infinita y sin coacción, sólo eran dos: o tirar de la anilla o no tirar. Pero se daba la circunstancia de que el presentador iba adosado a modo de paquete al cuerpo de un experimentado paracaidista lo que dejaba ambas posibilidades de elección, su libertad, en manos ajenas, como en los citados fascismos.

El descender en caída libre a una velocidad de trescientos kilómetros por hora debe ser una experiencia poderosa, pero de libre tiene poco, sólo la primeriza elección de saltar atado al otro, y quizá ni eso ya que podía haberse visto obligado al salto por el contrato firmado con la productora del programa. De este modo alcanzamos el concepto actual de libertad, la del escape en el coche-vaca-sagrada-capitalista, la libertad del que no lo es en modo alguno, la libertad del esclavo complacido.

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