viernes, mayo 11, 2007

Una vida de cine

Infeliz, apabullado por mil opciones inexistentes, proyecto imágenes retenidas de manera inconsciente. Actúo, intentando ser, pero la chica de la pantalla no es y la mía no me satisface, carece de reflejo holográfico.

Yo quería ser uno de esos hombres, los que ganan, ante el cual agacharan sus cabezas, temido. Actúo, como uno de ellos.

Ahora vivo entre cartones. Muñecas y piernas rotas. Sólo reclamé lo que era mío, la chica guapa es para el protagonista, eso lo sabe cualquiera. Pero ellos no lo sabían, ellos no me temían y mi pistola, imaginada, erró sus ocho balas.

He quemado con carbón sus caras de mis cartones, mis ojos. Pero los anuncios, ella, pervive en reflejo constante, imágenes insatisfactorias que me ocultan al resto.

El lapicero con el que una vez esbocé tu retrato servirá de nuevo, sólo he de dar con el lugar adecuado, destruir el telón de la proyección. Hurgo con él en mi nariz buscando. Lo clavo firmemente. ¡Ahora! ¡Al fin! ¡Ciego!

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